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La primera vez que fui al Chinatown de Vancouver era domingo y no me faltaba motivación. Guía, cámara, espíritu urbano-callejeador. Pero, como dije, era domingo. Calles amplias y desiertas, tiendas cerradas. Casi no había ni chinos. La mera comparación con el Chinatown de San Francisco me deprimía. Algun edificio interesante pero todo muy moderno. Pender St y Keefer St estaban vacías y no tardé nada en pasearlas. LLegué a Gore Ave, al final del barrio chino. Qué desolación. Nada de nada.
Afortunadamente me dio por subir hasta Hastings St y ver qué había por aquella zona. Y lo que hay en Hastings a esa altura es un submundo que vive aislado del resto de la ciudad. Hambre, droga, prostitución... Resulta entonces que la famosa calle Hastings, que articula todo Vancouver, justo antes de llegar al downtown se sumerge en lo underground a lo bestia, antes de salir a la superficie más allá, junto a las tiendas de moda y las torres de Canada Trust.
A lo largo de la calle se suceden maravillosos edificios destartalados como el Balmoral Hotel o el Empress Hotel, estrechos y deshechos guardianes de la miseria, y uno puede teletransportarse a los años cincuenta e imaginarse aquella calle llena de cadillacs. Quién sabe. Igual estos edificios albergaron en su tiempo prósperos negocios y los hoteles se pagaban por noches, no por horas.
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