jueves, 4 de noviembre de 2010
martes, 27 de abril de 2010
El “eslabón perdido” y otras estupideces
En los últimos meses diversas publicaciones en revistas científicas han anunciado importantes hallazgos en el campo de la paleoantroplogía. Hace no mucho nos enterábamos de que el análisis del DNA mitocondrial procedente de una falange de un [presunto] H. sapiens que vivió hace 40000 años en una cueva en las montañas de Altai, en Siberia, apuntaba a su pertenencia a un linaje que diversificó del de neandertales y humanos modernos hace alrededor de un millón de años. Pese a que el artículo, que elucubra sobre una posible migración fuera de África diferente (y muy anterior, 0.5 ma) a la de neandertales y sapiens, apareció en Nature, muchos son los que han puesto el descubrimiento en tela de juicio debido al gran error que puede conllevar el sacar conclusiones tan amplias basadas en un material genético tan escaso (un sólo individuo). Pese a que de primeras pueda parecer que Krauser et al. se han tirado un poquito a la piscina, es verdad que el equipo está trabajando ahora en la extracción de ADN nuclear con el fin de corroborar el primer resultado. No es mi intención meterme con el artículo en sí, ni con la metodología, ni mucho menos. Lo interesante de todo esto es la lectura que hacen los medios generalistas (prensa, radio, televisión) sobre descubrimientos como éste. Cómo los periodistas se pirran por expresiones del tipo “nueva especie” o “ eslabón perdido” hasta el punto de inventarse lo que les da la gana y convertirse en perfecto paradigama de aquella famosa frase “no dejes que la realidad te estropee un buen titular”. Así, y tal como recogía El PaleoFreak, muchos medios (no todos) pasaban del “posible nuevo linaje” de Homo, originalmente publicado en Nature, a “nueva especie descubierta” y barbaridades semejantes.
Todavía más preocupante, por irónico, por estúpido, por casi surrealista, es la adjudicación automática de la archifamosa expresión “eslabón perdido” a muchos de los descubrimientos de nuevas especies (esta vez sí, nuevas especies) de primates independientemente del bicho que sean, el grupo al que pertenezcan o la datación que tengan. "Eslabón perdido" es un término que científicamente hace mucho tiempo que perdió su lógica y su aplicación. Originalmente una especie de bicho híbrido, a medio camino entre chimpancé y humano. Hilando fino se podría definir como el ancestro común que dio lugar al linaje humano por un lado y, por otro, al linaje del chimpancé. Por aquel entonces se pensaba que una linea evolutiva definida, llegado el momento, pasó de ser mono y dio como resultado un humano. Hoy los genéticos sitúan esta división de los linajes hace unos 10 millones de años , pero los numerosos descubrimientos de homininos fósiles revelan que su evolución está lejos de ser una línea clara, y con cada nuevo bicho que se desentierra la cosa se complica. Bipedismo absoluto o facultativo basado en huesos pélvicos muy fragmentados, asignación a formas robustas o gráciles basados en ejemplares que pueden ser juveniles o hembras, hipótesis biogeográficas que cambian sin cesar, qué caracteres debemos considerar como más primitivos y cuáles como más evolucionados... La paleoantropología no escapa de ninguna de las dificultades que los paleontólogos de otros grupos animales padecen constantemente, y además ha de añadir la relativa escasez de restos fósiles con los que trabaja. El trabajo es duro, el panorama cambia constantemente y el reto nos es otro que resolver una de las grandes preguntas existenciales de la humanidad: ¿de dónde venimos? Pero claro, a los medios todo esto se la pela y redefinen la taxonomía y la filogenia del grupo a su manera. Así, parecen proponer la definición del clado Eslabonperdidae como Rasputín, el mono Amedio, su ancestro común y todos los descendientes de éste. Con dos cojones.
Valgan dos ejemplos para ilustrar la estupidez mediática. Hace algo menos de un año se hacía pública la descripción de Darwinius masillae, un Adapiforme del Eoceno Superior de Messel, Alemania, con un pasmoso estado de conservación. Una datación de 43 millones para un monito tan avanzado debe ser un cojón de pato. Yo es que a los monos les perdí el cariño cuando con cuatro años un mandril casi me arranca la cara de un zarpazo en el zoo de Santillana. Y cuando veo a Ida (así se llama el cabroncete) pienso “¿estos hijos de puta y esa mala leche ya estaban aquí hace 43 millones de años?”. Pero a lo que iba. La prensa no se hizo esperar; 43 millones de años+primate= “eslabón perdido”. Muchos medios cayeron en el sensacionalismo y en el error, seguramente a sabiendas.
Pareja de Australopithecus sediba entregados a la vida de edonismo y lujuria típica del clima tropical de finales del Plioceno africano. Con el uso de gafas homologadas, esta idílica imagen podrá verse en 3D gracias a las últimas tecnologías desarrolladas por Singerstone&JLC Co.
Casi un año después (hace un mes escaso), se publica el descubrimiento de Australopithecus sediba en una cueva de Malpala, Sudáfrica. La nueva especie de australopitecínido, datada en 1.78 a 1.95 ma, ha suscitado cierto debate, ya que presenta rasgos (principalmente en el cráneo y dientes) que lo asemejan a formas primitivas de Homo y su datación es posterior a las formas más primitivas asignadas a este género (H. habilis y H. rudolfensis). La comunidad paleoantropóloga está casi dividida al fifty-fifty sobre si meterlo en Australopithecus o en Homo. Interesante, desde luego, la existencia de una nueva forma basal que pueda haber dado lugar a nuestro propio género. Pero, claro, el redactor piensa ¿“basal”, “rudolfensis”?, ¿”asignación a géneros”?¿”género qué”? Y en vez de molestarse en adaptar la información para su divulgación tiran por la tangente: “¡¡extra, extra!! ¡¡Encontrado el eslabón perdido!!”.
Así que da igual la importancia y la naturaleza de los descubrimientos, los medios (como con tantas cosas) siempre velarán porque sus titulares sean lo más llamativos posibles, sus artículos los más leídos y sus ingresos por publicidad los más jugosos. Salvo raras y admirables excepciones.
Este y otros contenidos sobre paleontología y evolución pueden verse en PMMV.es
lunes, 5 de abril de 2010
el mejor truco del mundo
El viernes pasado fui a Valladolid a visitar a mi primo Gori, el mago. Como siempre que voy a verle, celebramos, deambulamos por los barrios y la noche hizo con nosotros lo que quiso. De vuelta a su casa, hechos polvo, nos pusimos a hablar de magia y de magos. Al principio la conversación divagó por derroteros clásicos: Houdini, el escapismo, Copperfield, cómo hacer desaparecer la estatua de la libertad y demás. De repente me acordé de un truco que un viejo conocido de un tío mío nos había contado en Calpe, siendo Gori y yo muy pequeños. Aquel hombre nos contó que de pequeño, hacía mucho tiempo, había ido con su padre a ver a un mago en su pueblo.
Como al mago le precedía la fama y la notoriedad de su ilusionismo, la plaza del pueblo estaba a reventar y la gente se arremolinaba alrededor del escenario. El espectáculo comenzaba a las 5 y el público estaba ansioso por ver las maravillas que aquel mago iba a mostrarles en breves instantes. Cuando llegó la hora el mago no apareció. Al cabo de un rato la gente comenzaba a estar nerviosa, y ya se empezaban a escuchar los primeros silbidos. Pasaron veinte minutos, y media hora. Mucha gente se levantó de su asiento y se fue. La gente abucheaba indignada. Tras una larga espera, sobre el escenario, apareció un hombre. Todo el mundo empezó a increparle mientras él hacía esfuerzos por acallar al público. Pero qué se ha creído, le gritaban. Esto es un timo. ¡No hemos venido aquí a perder el tiempo de esta manera! Cuando el mago pudo devolver el silencio a la plaza, habló. No se por qué montan este alboroto. Justo ahora que son las cinco empieza mi actuación. Comprueben sus relojes. Atónitos, los allí presentes comprobaron en sus relojes (los que llevaban) que, efectivamente eran las cinco. Aún más alucinados quedaron cuando vieron que el reloj del ayuntamiento también marcaba las cinco. Y lo mejor de todo, eran las cinco, no sólo en sus relojes, y en el reloj de la plaza, ¡sino que eran las cinco de verdad! A continuación, y sin hacer esperar más al público, el mago comenzaba su actuación, que incluía números más clásicos, como el de tragarse un hilo y varios alfileres y sacarlos después hilvanados en él. Años después Gori se acuerda perfectamente de todos los detalles de la historia.
Aquel relato del mago que cambiaba el tiempo (o al menos la percepción temporal del público) estuvo dando vueltas en la memoria de mi primo. Cuando, con el tiempo, se ha dedicado profesionalmente al oficio, ha tenido la oportunidad de comentar el tema con otros magos de su comunidad y en congresos importantes con ilusionistas de renombre. Incluso ha encontrado referencias al famoso truco del hombre que cambiaba el tiempo en manuales y libros de historia de la Magia. Todos los libros y todos los magos con los que ha hablado parecen estar de acuerdo en una cosa. El truco del hombre que hace esperar al público y al final comienza su número a la hora es una leyenda. Nadie lo ha visto nunca, porque nunca existió. Por que es un truco imposible.
En parte desilusionado, Gori nunca más volvió a mencionar el tema. Pasó el tiempo y la historia del mago que paraba el tiempo volvió a sumergirse en su memoria. Pero la historia le volvió a encontrar años después cuando hablaba con su abuela sobre magia, trucos e ilusionismo. Y sin haber mencionada nada, ella le contó que de pequeña había ido con sus padres al circo a ver la actuación de un mago. Resulta que la actuación empezó tarde y que la gente, recordaba al detalle, comenzó a patalear sobre el entablado que había debajo de los asientos del público en señal de protesta. Y al cabo de un buen rato el mago apareció en escena y tras apaciguar al respetable dijo que no sabía por qué protrestaban, que la actuación comenzaba a la hora programada. La abuela de Gori recuerda que llevaba el reloj que le habían regalado recientemente por su comunión y que cuando lo miró se dio cuenta de que la actuación empezaba puntualmente. A su hora.
jueves, 25 de marzo de 2010
calentando motores. nos vamos de la galaxia
martes, 16 de junio de 2009
Home
lunes, 16 de febrero de 2009
tras los pasos de Santa Cruz
domingo, 15 de febrero de 2009
Manning Provincial Park
Cuando amanecimos la nieve lo cubría todo. Aquello ya era otra cosa. El resto del día lo empleamos en hacer el cabra por el lago, repasar lecciones de botánica, ir a ver las castoreras y ver un bosque muy bonito, ya por debajo de la cota de nieve, con algunos árboles realmente impresionantes.